martes, 27 de febrero de 2007

Valores

A día de hoy, parece ser que una de las enfermedades de las actuales democracias es que cada vez hay más libertades y menos valores, algo que, aunque no tuviera que ser así, parece contraponerse. “¿Por qué he de comportarme de tal modo si al fin y al cabo tengo la capacidad de escoger cual es la mejor manera de actuar para mis intereses?” Se deben preguntar muchos. Pero lo cierto es que, nos guste o no, vivimos en sociedad. A todas horas estamos rodeados de personas, tanto de familiares, como de amigos como de desconocidos. Y nuestras decisiones, en mayor o menor medida, afectan a quienes nos rodean, por lo que nos es necesario de algún modo regular qué hacemos y cómo lo hacemos.
Y, si en algo se diferencian los valores de las leyes, es que éstas últimas se imponen, mientras que los valores se enseñan, lo cual supone una gran virtud, puesto que las imposiciones podrán ser acatadas aunque no compartidas, lo cual no siempre garantiza un pleno cumplimiento de éstas, mientras que las enseñanzas, al habérnoslas transmitido desde pequeños, siempre serán aceptadas y defendidas por uno mismo.
El problema surge cuando estos valores empiezan a desaparecer de las escuelas, donde parece ser de mayor preocupación y utilidad aprender inglés o matemáticas. Incluso la filosofía parece haber dejado de ser una escuela de pensamiento para pasar a convertirse en una asignatura más, igual de mecánica que aprenderse las tablas de multiplicar. Aunque más grave es, aún si cabe, la utilización, manipulación e imposición subliminal de los (falsos) valores, también contravalores, como negocio.
Con ello me refiero a todos los modos de comportamiento impuestos por televisiones y medios de difusión en general, donde es sabido que a la hora de seleccionar contenidos, la audiencia, si no la única, es la máxime consigna a la que se aferran, eludiendo así cualquier filtro ético y moral. Ejemplo de ello es el hecho de que en televisión cada vez existen mayor y mayores cuerpos perfectos, mientras que en la realidad cada vez hay mayor y mayores obesos -y anoréxicos-. Todo esto junto crea una distorsión de la realidad donde valores y contravalores acaban juntándose y entremezclándose en una especie de ya muy gastado carpe diem en el que se nos enseña más a disfrutar de nuestros errores que a aprender de ellos. Pero no nos engañemos, forma todo parte de la misma indústria. Ellos te enseñan a equivocarte y, para compensarte, también te enseñan cómo disfrutar tus errores.
Por todo ello, es necesario aplicar un cambio. El problema viene dado porque resulta mucho más fácil, aun sabiendo que estamos yendo en dirección contraria, dejarse llevar por la corriente que ir en contra de ella. Pero los grandes cambios, por suerte o por desgracia, jamás ha sido gracias a las mayorías. De seguir así, seguiremos perdiendo cada vez más nuestra propia conciencia y terminaremos conviertiéndonos en auténticos productos del sistema, de los cuales mucha gente, sabiéndolo o no, forma ya parte. Aceptar un problema no sirve más que para evidenciar que éste existe. Por eso, es necesario que, de una vez por todas, el pensamiento vuelva a hacer acto de presencia en las escuelas y sea fruto de divulgación para que nuestro razonamiento nos permita dejar de ser simples seres y volvamos a ser personas.

martes, 20 de febrero de 2007

Life Lessons

Life lessons. Setiembre de 2006.

Vivimos rodeados de carteles, señales y anuncios que nos bombardean diariamente con mensajes, conductas e incitaciones. Sin embargo, hay algunas advertencias que pueden ser, metafóricamente, extrapolables a nuestra propia existencia. "Watch your step", reza la fotografía de arriba. O, lo que es lo mismo: ten cuidado dónde pones los pies, pues puedes tropezar. Una útil advertencia de la que carecemos en nuestras vidas cuando debemos tomar decisiones arriesgadas.

Desinformación

Desinformación. Setiembre de 2006.

¿Es la sobreinformación una degeneración de la libertad?


sábado, 17 de febrero de 2007

La quería

- Te quiero.
Estas dos palabras, pronunciadas de forma sutil, inesperada, acababan de romper un incómodo silencio en medio de una extraña y desordenada noche.
- ¿Qué? – Dijo ella desorientada y sorprendida, clavándome una mirada que era toda ella un signo de interrogación.
- Te quiero. – Repetí.
- Creo que no eres consciente de lo que me estás diciendo – respondió ella, asustada, intentando ganar unos segundos para conseguir sobreponerse a la confusa situación.
- Puede ser, pero te quiero. – Dije con aún más elocuencia.
- Pero tú tienes mujer. – Me recriminó.
- Pero te quiero.
- Y tienes dos hijas.
- Te sigo queriendo aún más.
- ¡Nuestra relación es imposible!
- Te quiero con locura.
Indecisión.
- Yo también te quiero. –Me confesó ella al fin rendida.
- Casémonos. –le insté.

- ¿Aquí? ¿Ahora?
- Sin más. Porque te quiero.
- ¿Y los invitados? ¿Y los vestidos? ¿Y la ceremonia? ¿Y los anillos?
- Al diablo con todo. Simplemente te quiero.
La cogí de la mano y nos besamos. Nos besamos durante largo rato. Nos besamos como si fuéramos a colapsar el mundo, a detener el tiempo.
Finalmente, una leve sonrisa.
- Por dios, Toni. Por un momento creí que todo esto iba en serio.
Nos volvimos a besar.
Tras esa cita perdimos el contacto y no volví a ver jamás aquella joven muchacha de ojos dulces y sonrisa fácil.
Ella no lo sabía, y quizá hubiera debido decírselo. Pero, con el tiempo, me di cuenta de que la quería.





jueves, 15 de febrero de 2007

Quiero ser como Pollock




Sencillo programa que imita los característicos trazos de Jackson Pollock y su técnica del dripping, para sacar la vena creativa que todos llevamos dentro. Clica el botón izquierdo del mouse para cambiar aleatoriamente de color.

miércoles, 14 de febrero de 2007

¿Qué es el Arte?

Cuelgo aquí una reflexión que escribí hace ya un tiempo sobre el significado de Arte:

Todos hemos ido alguna vez a un museo, donde hemos podido contemplar obras extraordinariamente distintas, tanto en estilo como en época. Pero, realmente, ¿alguna vez nos hemos detenido a pensar qué es y para qué sirve verdaderamente el arte? A mi juicio, creo que esta palabra es de los términos más abstractos que posiblemente puedan existir y, al mismo tiempo, creo que es también demasiado complejo como para aceptar ceñirnos al estricto significado de un diccionario.
Bajo mi punto de vista, el arte es, en primer término, una manifestación representativa de la creatividad. A su vez, éste es, y debería ser creado, ya no para un presente o para una contemplación de generaciones próximas, sino para transmitir nuestro legado in eternum.
Es complicado llegar a concluir qué finalidad o sentido (si es que los hay) tiene la vida en sí misma. Pero si hay algo cierto, es que, dada nuestra composición, nos es imposible llegar a vivir más de un número indeterminado de años, resignadamente suficiente para la mayoría, pero ínfimamente ridículo para la vasta longevidad de la historia misma de la humanidad. Y no deja de ser menos cierto que la pretensión humana siempre ha deseado alcanzar, de forma utópica, y hasta simbólica, una existencia que se extiende más allá de las leyes de la Naturaleza. Por lo cual, no sería descabellado decir que, dado que nuestra presencia en el mundo está vinculado a un ciclo vital de creación y destrucción, debemos encontrar otro método lo suficientemente consistente y capaz que nos alcance a dar una representación y una memoria cuando nosotros dejemos de existir; y que nuestro deber en la vida no dejaría de consistir en cumplir dos funciones básicas, una a corto plazo, y otra a largo plazo.
La primera de ellas, la función a corto plazo, consistiría a contribuir al desarrollo y propagación de la propia especie humana (pues no se conoce de ningún animal, ni siquiera planta o vegetal que no tenga como principio evitar su propia extinción), ya sea mediante el trabajo, la reproducción, etc. Esta función es compartida con el resto de seres vivientes de nuestro planeta, pudiéndola considerar entonces como una función social (puesto que desempeña un bien común) y primaria.
La segunda función, sin embargo, correspondería exclusivamente a la humanidad, gracias al alto grado de sofisticación y complejidad que ha alcanzado. Gracias al desarrollismo de los humanos, éstos hemos podido ser los primeros en crear inquietudes intelectuales y abstractas (“¿Existe Dios?” “Hay vida después de la muerte?” por poner algún ejemplo) y, por defecto, darnos cuenta de que la muerte existe, y que, además, asusta. Y es a través de estas abstracciones de donde surge nuestra segunda función: una función individual (está encaminada a prolongar, después de muertos, nuestra presencia como meros individuos, sin tener en cuenta el resto de la sociedad) y secundaria (puesto que es imposible desatender nuestras funciones primarias que ya llevamos genéticamente preestablecidas para dedicarnos exclusivamente a ésta última función). Sin embargo, y, aunque todos los humanos tengamos la suficiente capacidad para desarrollar esta función secundaria, no deja de ser una función elitista y oligárquica (ya que sólo unos pocos consiguen mantener, después de siglos, el recuerdo de su existencia a lo largo de la historia).
Así pues, deberíamos preguntarnos: ¿Cómo alcanzar, entonces, dicho propósito?
Éste, pero, debe ir más allá y ser, no sólo un canal donde plasmar ideas y deseos, (puesto que no dejaría entonces, por más bello que fuera, de ser algo inútil e inconexo), sino que debe buscársele una utilidad, a la vez bella y reflexiva.
Así pues, el arte debe cumplir dos funciones básicas e indivisibles: dado que éste, es y debe ser creado, ya no para un presente o para una contemplación de generaciones próximas, sino para la eternidad misma.
No nos interesa el aspecto físico de las personas. Todos podemos sentir cierta admiración hacia, por ejemplo, el escritor Jules Verne o el astronauta Neil Armstrong, sin tener siquiera presente, en muchos casos, su propia apariencia física, ya que lo que cuenta es lo que cada uno de ellos nos transmite (imaginación, pericia, valor, sabiduría, etc). Es incongruente decir, por ejemplo, que alguien es mejor o peor músico porque es más atractivo o menos. Extrapolándolo al arte y, tomando como ejemplo básico el cuadro de La familia de Carlos IV de Goya, lo importante no es tanto ni la técnica ni la composición de la obra, sino lo que la pintura nos transmite de ésta (en este caso, la ineptitud del soberano).
Partiendo de esta base, quedaría entonces justificado el arte abstracto, donde el observador no necesita jugar a las muñecas rusas intentando descubrir qué se esconde bajo la apariencia de unos personajes o de una cierta atmósfera, ya que los autores nos han ahorrado este paso previo, destapando ellos mismos todo obstáculo que pudiese distraer nuestra atención hacia la idea principal que éste quiere transmitir, ofreciéndonos así, exclusivamente el resultado (lo que me lleva a creer que un arte donde solamente se hiciera evidente el mensaje en estado “puro” no podría adoptar ninguna otra configuración que no fuera la del abstraccionismo, ya que las ideas no tienen ninguna forma ni color concretos, pese a que, de una manera únicamente simbólica, se las puede intentar dotar de ellos).
La pintura (entendiendo por pintura todo lo que puede conformar un cuadro: formas, colores, tonalidades, atmósfera, relieves, perspectivas, etc.) no es, entonces, nada más que el simple hilo conductor entre la idea o reflexión que el autor desea expresar y la posterior interpretación del receptor. Por lo tanto, no tiene sentido hacer afirmaciones tales como “este cuadro es bonito” o “este cuadro es feo”, sino “este cuadro es interesante” (me transmite cosas) o “este cuadro está vacío” (de significado). Solamente estaremos capacitados para realizar juicios de valor tras haber conseguido realizar una correcta abstracción del mensaje que se nos pretende transmitir. Los elementos que conforman cada cuadro, pues, deberían usarse únicamente como un vehículo para acceder hasta la esencia propia del cuadro que desea analizar, siendo únicamente criticable el mayor o menor acierto con el que cada artista ha preparado cada uno de éstos elementos, y que será lo que permitirá una mejor o peor interpretación de esta idea sustancial.
Otro aspecto a considerar sobre el arte es el distinto (y a veces) opuesto intercambio de pareceres que ha suscitado en la crítica del público. Muchos han sido los casos en la historia de la humanidad donde artistas que ahora mismo se considera que fueron grandes celebridades del momento, perecieron desgraciados y sin prácticamente reconocimiento. Del mismo modo, también puede hallarse el caso contrario; artistas que tuvieron cierto prestigio mientras estuvieron en vida, pero que, posteriormente, por diversos motivos, cayeron en el olvido. Mas eso no debe extrañar lo más mínimo, puesto que hay que recordar que el arte ha de ser creado como algo imperecedero. El artista no crea para gustar al público presente, sino a las generaciones futuras. El presente no es más que un mero contexto histórico desde donde el arte debe alcanzar el futuro. Eso significa que el arte puede ser contemplado en un presente, pero no juzgado, pues este es efímero, pasajero. Lo único eterno es el futuro, dirección hacia donde el tiempo siempre avanza, y solo desde una perspectiva retrospectiva se puede concluir si una obra alcanzará un reconocimiento eterno o no. Por lo tanto, nadie (dada su brevedad de paso en este mundo), por mucho respaldo que arrastre consigo, podrá valorar la utilidad de una obra, más que la Historia por sí misma; inevitable, pues, es concluir que ningún artista sabrá jamás si su obra tendrá algún sentido dentro del espacio del futuro, ya que solo a partir de su muerte podrá ser valorada su obra con total imparcialidad.

Callejón sin salida

Callejón sin salida. Enero de 2007.



A veces es necesario perderse e ir hasta el más recóndito de los callejones para encontrarse con algo que merezca realmente la pena.
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(Pido disculpas por mi tardanza en la actualización del blog. Últimamente he andado algo atareado, pero procuraré que no vuelva a ocurrir)






domingo, 4 de febrero de 2007

Punto de libro


Aquí dejo la sencilla plantilla de un punto de libro que he creado para entretenerme. El proceso que yo he hecho ha sido imprimir el dibujo en una hoja -antes de eso podéis ensanchar la imagen des del mismo Word para que adquiera el tamaño deseado-, recortarlo y engancharlo en una cartulina de las mismas dimensiones -en mi caso dorada, un color que a mí me gusta mucho-. Así, en un par de minutos puedes lucir un punto de libro nuevo y completamente personalizado.

jueves, 1 de febrero de 2007

El error

No entiendo qué ha podido salir mal. Les he dado la facultad de vivir y, sin embargo, han decidido matar. Les he dado la facultad de amar, pero, contrariamente a eso, han empezado a odiar. Les he dado la oportunidad de ser libres, pero han decidido crear fronteras, encerrarse en ellas y destruirse por un puñado de tierra. Les he dejado dominar el mundo, y se han convertido en simples y crueles depredadores.
- ¿Les has enseñado a perdonar?
- ¿Perdonar? Sabe Dios qué será eso...